Mejores momentos (III): Bendecida por la sombra

Estamos ya casi a punto de acabar la semana temática y os traigo una selección de citas de Bendecida por la sombra. 

A lo largo del tercer libro, Rose experimenta unos sentimientos no muy sanos hacia Lissa. 

Debe de estar bien, pensé con amargura, el hacer lo que te dé la santa gana. Con frecuencia, Lissa había comentado que ojalá pudiese ella percibir mi mente y mis sensaciones, pero lo cierto era que no tenía ni la menor idea de lo afortunada que era ella. No tenía ni idea e cómo era que los pensamientos de otra persona importunasen los tuyos propios, que las sensaciones de otro causaran el caos en las tuyas. No sabía cómo era vivir con la perfecta vida amorosa de otra persona cuando la tuya era inexistente. No comprendía lo que era sentirse llena de un amor tan fuerte que hacía que te doliese el pecho, un amor que solo pudieses sentir y no expresar. Mantener el amor enterrado se parecía mucho a contener la ira, y bien que lo había aprendido yo. Te devoraba por dentro, sin más, hasta que sentías deseos de gritar o darle una patada a algo. 

En este libro no desaparece Dimitri, si no que tenemos mucho más y vamos comprobando como se ablanda poco a poco.

-¿Y por qué te has molestado si quiera en ayudarme hoy? - le interrogué-. ¿Por qué estás aquí?

-¿Tan raro te parece? -me preguntó. Casi tenía aspecto de estar dolido.

-Sí, es decir, ¿por qué estás intentando espiarme? ¿Quieres descubrir por qué la cagué? ¿Asegurarte de que no me meto en más líos?

Me estudió y se apartó el pelo de los ojos. 

-¿Por qué tiene que haber un motivo más allá?

-Porque todo el mundo tiene motivos. 

-Sí, pero no siempre son los motivos que tú piensas -empujó la puerta y la abrió-. Te veo luego. 

Rose le pregunta a Dimitri sobre su pasión por leer novelas del Oeste. 

-Como cualquier otro libro, es una forma de evadirse. Y también hay algo... mmm, no sé. Hay algo atractivo en el salvaje oeste. Sin reglas. Todo el mundo vive conforme a su propio código. No tienes por qué verte limitado por las ideas de los demás al respecto del bien y el mal a la hora de impartir justicia. 

-Espera un momento -me partí de la risa-. Creía que era yo quien quería quebrantar las normas.

-No he dicho que yo quiera hacerlo. Sólo que puedo ver lo que atrae. 

-Tú a mí no me engañas, camarada. Lo que tú quieres es calarte tu sombrero de vaquero y mantener a raya a los indómitos ladrones de bancos. 

-Me falta tiempo para eso. Bastantes problemas tengo con mantenerte a ti a raya. 

Cuando Rose pasa por una serie de problemas que los demás achacan al estrés, ella los afronta sola, sin ayuda. Hasta que estalla y Dimitri mantiene una conversación con ella al respecto. 

-Rose -me dijo con un tono de voz tan dolido que casi se me para el corazón-. ¡No debería estar entérandome ahora de esto! ¿Por qué no me lo contaste antes? ¿Te imaginas cómo sienta? ¿Sabes cómo fue para mí verte de ese modo y no tener ni idea de lo que estaba pasando? ¿Sabes lo asustado que me sentía?

-Tú no tienes miedo a nada.

-Me dan miedo montones de cosas. Estaba asustado por ti. No soy perfecto. No soy invulnerable. 

Los efectos del espíritu afectan cada vez más a Rose. 

-No -me interrumpió Dimitri con suavidad. Acercó su rostro al mío, y nuestras frentes casi se apoyaron la una en la otra-. Eso no te pasará a ti. Eres muy fuerte. Lo combatirás, como has hecho esta vez.

-Solo lo he hecho porque tu estabas aquí -me envolvió con sus brazos, y escondí la cara en su pecho-. No puedo lograrlo sola.

-Puedes. Eres fuerte, muy, muy fuerte. Por eso te quiero.

-No deberías. Me voy a convertir en algo terrible. Podría ser ya algo terrible. 

Dimitri se apartó de forma que pudiese mirarme a los ojos. Me tomó la cara con ambas manos. 

-No lo eres. No lo serás -me dijo-. No lo permitiré. Sea lo que sea, no lo permitiré.

Hay muchísimos otros momentos mucho más bonitos. Si queréis conocerlos, ya sabéis, animaros con la lectura.